Desde ya y como en todos los capítulos les agradezco por leer, por comentar y por votar y les pido por favor que continúen haciéndolo de modo que podamos terminar de descubrir éste relato juntos. Saludos Mica.
Capítulo once:
Verdad a medias.
En ese preciso instante comencé a sentir todo nuevamente. La brisa fría, el escalofrío, el ensanchamiento del corazón, la erección de los vellos de todo el cuerpo y un nuevo y desconocido sentimiento, una sensación de satisfacción, me sentí llena, como si antes tuviera un vacío en mi pecho y éste acaba de ser llenado.
¿Cómo había podido olvidar ese magnifico rostro? ¿Cómo me lo había permitido? Pero sobre todo ¿Cómo había entrado él a mi habitación?
Tenía tantas preguntas que hacerle. ¿Por qué yo, por qué a mi? Esa, era la primordial. Pero también me era muy importante preguntarle ‘¿Por qué yo sentía que él tendría las respuestas que yo necesitaba?
— ¿Cómo es que estas aquí? — Pregunté completamente sorprendida, aun con las pupilas contraídas.
— Necesitaba hablar contigo. Pero no aquí, no es seguro.
— Mis amigos están muy entretenidos en el billar, no vendrán a la habitación.
— Quiero mostrarte un lugar muy especial para mí.
— Entrarán en pánico cuando se den cuenta que no estoy.
— Déjales una nota que diga que fuiste a pasear por el lago.
— La seguridad del hotel nunca nos dejara salir de noche solos.
— Deja ya de preocuparte, todo sucederá mucho más sencillo de lo que piensas.
Y sin reprochar más así lo hice. Escribí la nota, me quité el traje de nieve y me abrigué para resguardarme del frío que afuera hacía.
Antes de dejar la habitación guarde el sobre con la rosa blanca junto a todas las demás, procurando que no esté a la vista y que nadie las encuentre.
Salimos del cuarto, me tomó de la mano y caminamos por los largos pasillos llenos de puertas. Bajamos los cuatro pisos que nos separaban de la planta baja y nos escabullimos para que no puedan vernos desde la sala de entretenimiento y salimos del hotel como si fuéramos los dueños del mundo, como si nada pudiera detenernos.
Una vez fuera encaré el camino hacia el lado del lago, pensando que allí nos dirigíamos pero Benjamin me miró y rió levemente.
— ¿Creíste que íbamos al lago, verdad? — Dijo mirándome con dulzura.
— Allí dijiste que iríamos. Pensé que querías mostrarme el lago con la luz de la luna.
— Eso sería muy romántico, ¿No crees? Igualmente, nunca dije que allí iríamos, solo te aconsejé que lo uses como excusa.
Revoleé los ojos pero con un gesto divertido y dejé que él manejara el rumbo.
En eso, pasamos por un lugar, que me parecía del todo conocido. Había edificios y algunos negocios. Y entonces lo recordé y quede paralizada. Benjamin me miró con extrañeza, se concentró en mis ojos llenos de lágrimas y sólo me abrazó.
Ya había atisbado que los últimos sueños que estaba teniendo tenían mucho de realidad, como había sido con las rosas, las cartas y mis lastimaduras, pero yo rezaba y pedía con todo mí ser que ese otro sueño no se convirtiera en realidad. Y para ese entonces, ya estaba en la escena del crimen.
Si nunca había estado en ese lugar, ¿por qué mi mente lo conocía? Yo no quería ser una asesina, yo no quería que ese sueño suceda.
— Ya deja de llorar. — Ordenó Benjamin en un susurro a mi oído. — Tienes que ser fuerte.
Desarmó el abrazo y me hipnotizó con la mirada, con esos ejemplares ojos verdes que poseía y tomo mi rostro con su mano derecha, con su dedo pulgar secándome algunas lagrimas. Éstas poco a poco fueron cesando.
— Disculpa, ni siquiera sé por qué esté lugar me moviliza tanto.
— Hay cosas que a veces, es mas sano ignorar.
— Ya me siento mejor. ¿Podemos, por favor, continuar camino y alejarnos de éste horrendo lugar?
No contestó a mi pregunta, simplemente volvió a tomar mi mano y continuamos a la par yendo hacía ese lugar misterioso al que él quería llevarme.
Su mano al tacto era como la recordaba, fría y suave, como los delicados pétalos de una rosa blanca.
Y entonces llegamos. ¿Sería que estaba soñando o estaba despierta? Me había llevado a aquel rosedal de mi sueño. Pero al verlo en persona podía vislumbrar mejor cada detalle. Tenía un sendero estaba formado por cientos de miles de rocas. Había faroles antiguos y todo estaba muy pulcro.
Escogió un banco, hermoso y rustico de un material muy similar al de las montañas, podría haber jurado que era un pedazo de la misma, y ambos nos sentamos. Él lo hizo de costado y yo de frente, de modo que él admiraba mi perfil y yo el magnifico paisaje.
— ¿Cómo lo haces? — Pregunté.
— ¿El qué?
— Llevarme por un tour a los últimos lugares con los que soñé. — Su rostro quedó petrificado y un momento después rió.
— Esta es una ciudad muy conocida, talvez hayas visto estos paisajes en postales. — Al instante me sonrojé, por lo ilusa que había sido al pensar qué él tendría algo que ver con mis sueños. Hice un gesto con el rostro dándole la razón.
Tenía tantas preguntas que hacerle pero sentía que al hacerlo arruinaría el momento.
— ¿Vez cada rosa que hay en las plantas? — Comenzó a hablar quebrando el silencio incomodo. — Son una más hermosa que la otra.
— Sí, son muy bellas.
— Hace unos cuantos años, éste lugar era un terreno baldío y olvidado.
— Que bueno que a alguien se le ocurrió transformarlo en lo que es ahora.
— Cuando yo era apenas un niño, mi abuelo se propuso mejorarlo.
— ¿Vives aquí?
— Solía hacerlo, yo nací en esta ciudad. — Respondió para luego continuar con su melancólico relato. — Fue una actividad que afianzó la relación nieto-abuelo. Limpiamos todo el lugar, diagramamos los senderos, plantamos cada planta y cada árbol, y por último, recorrimos la montaña, buscando rocas que nos sirvieran para hacer el sendero y otras más grandes que sirvieran como bancos.
— ¿Trajeron ustedes solos estos inmensos y pesados bancos desde el cerro? — Pregunté muy sorprendida.
— Teníamos una carreta empujada por un caballo. Igualmente, algunos lugareños, al ver el magnifico parque que habíamos creado se ofrecieron a ayudarnos.
— Es realmente hermoso lo que lograron. Debes estar muy orgulloso de esto. Seguramente gastaron mucho dinero, ¿el gobierno lo subvencionó?
— El dinero no era algo que preocupara en ese entonces. Muchos vecinos tenían huertas y gallineros en sus patios.
Entonces caí en la cuenta en la diferencia que había entre el campo y la ciudad. Si bien ésa era una ciudad turística, al parecer había costado la modernización. Distinto al lugar donde yo vivía, en la capital del país.
Tenía tantas preguntas que hacerle. Decidí comenzar por la menos delirante.
— ¿Eres tú quien me envía esos sobres con esas hermosas rosas?
— ¿Realmente te parecieron hermosas las rosas? Todas son pertenecientes a este rosedal. — Dijo sonriendo, pero no contestaba a mi pregunta, por lo que me mostré algo frustrada. Entonces él contestó. — Sí, yo fui quien te envió los sobres.
— ¿Por qué están vacíos?
— No estás lista para leer su contenido.
— ¿Pero entonces que sentido tiene que me los hayas enviado? ¿Cuándo consideraras que estaré lista? ¿Por qué tanto misterio? ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado y rebuscado? ¿Por qué, Benjamin, por qué? — Escupí todas esas preguntas colérica.
— Shh. — Me calló poniendo un dedo sobre mi boca y cerrando los ojos muy tranquilo. — No grites, puedo escucharte perfectamente. No arruines el momento, no tendremos muchos como éste.
Dejé el contacto visual y algo enojada posé mi mirada en un punto fijo. Benjamin me tomo el rostro por el mentón muy delicadamente y me hizo voltear para así quedarme ensimismada en su semblante, en sus hermosos ojos, en su sonrisa juguetona.
— No sabes lo feliz que estoy de poder compartir esto contigo. — Dijo cada vez acercándose más a mí. Me miraba a los ojos, pero cuanto mas se aceraba más me costaba evitar mirar sus labios tan apetecibles y él hacía lo mismo con los míos. Realmente quería besarlo, necesitaba hacerlo, pero no podía.
— Tengo novio. — Dije rápidamente, esperando que se sorprendiera, que dejara de acercarse. Pero ninguna de esas dos opciones ocurrió.
— Lo sé. — Continuaba acercándose muy lentamente, ya podía sentir la energía que irradiaba, casi haciendo que yo también me acerque a él.
Entonces sonó mi móvil. Me alejé rápidamente de Benjamin y saque el aparato del bolsillo de mis jeans. Al ver la pantalla era Ryan.
— Hola. — Contesté.
Hola mi amor. ¿Dónde te encuentras?
— Aquí, vine a ver el lago con la luz de la luna. — Mentí.
¿Cómo es que la seguridad del hotel te ha dejado salir?
— Me escabullí cuando nadie miraba.
¿Por qué no me buscaste? Podría haberte acompañado.
— Quería venir sola para relajarme al aire libre y pensar.
El coordinador esta viniendo reiteradas veces para que nos alistemos para ir al boliche. Si vas a ir tendrás que apresurarte a venir.
— No me apetece ir al boliche. ¿Podrías, por favor, cubrirme con los coordinadores? Diles que no iré porque tengo sueño o algo por el estilo.
Esta bien, pero ¿Cuándo volverás?
— Cuando alguno de los bus llegue con gente que se aburrió del boliche me mezclaré con ellos.
Ten mucho cuidado.
— Lo tendré.
Adiós, te amo.
— Adiós.
— No le has dicho que lo amas cuando él sí lo hizo. — Observó Benjamin.
— ¿Tienes oído biónico? ¿Cómo puede ser que hayas escuchado lo que Ryan me decía?
— Y le has mentido también. Eso no hacen los novios.
— Es que no estoy muy segura de amarlo. Tan solo le di otra oportunidad para que me enamore.
— Pero tampoco estas segura de querer eso. — Afirmó.
— Realmente no lo estoy, o no lo sé. Es todo muy confuso.
— ¿Qué tan confuso te es esto? — Dijo y sin esperar un momento más me besó dejándome completamente anonadada. Con el primer contacto comencé a hiperventilar. Tenía todos aquellos sentimientos que solo Benjamin generaba en mí. Incluso llegue a pensar que lo amaba, sin conocerlo, estaba segura de que aquel sentimiento tan grande era único y nunca lo había sentido antes con nadie.
Al terminar ese magnifico beso, tan particular y lleno de emociones se quedó mirándome a los ojos con una ternura inexplicable.
— Te amo, Sam. — Una pequeña sonrisa se formó en mi rostro. — No sabes hace cuanto eh esperado esto.
— Yo te amo también Benjamin, recién ahora caigo en la cuenta pero es la realidad. Te amo.
— Te amo, Sam. Y no alcanzan las estrellas del cielo, los granos de arena de las playas, o las gotas del mar para contar lo mucho que te amo y que te he amado por siempre, desde antes que existieras.
— ¿Eso no se vuelve algo exagerado? — Ambos reímos y alejamos la vista solo un momento. Pero al instante nuestras miradas se volvieron a conectar. — No quiero olvidar esto. Benjamin... ¿Cómo me pude atrever a olvidarte?
A Benjamin se le fue la felicidad del rostro y endureció la expresión.
— Lo lamento. — dije rápidamente. — No es que te olvide de olvidar, sino que no pensé en ti cuando acepté salir con Ryan. — Mentí. No quería estropear todo.
— Cuando era pequeño solía olvidar muchas cosas. Mi madre me mandaba al psicólogo, creyendo que ella hacía algo mal. Los doctores no encontraban nada malo en mi cerebro. Decían que lo que a mi me pasaba era algo que nunca habían visto, pero que era de la misma procedencia de los actos fallidos. — Me quedé mirándolo incrédula. — Por ejemplo, cuando entras en la cocina cuando en realidad buscabas el cuarto de baño, o cuando buscas un cuchillo en el lavadero.
— ¿Y cómo lo solucionaste, entonces?
— En un principio escribía, escribía todo lo que me ocurría. Pero luego tan solo enfrenté mis temores y poco a poco se fue normalizando todo.
— Eso es realmente muy extraño.
— No tanto cuando descubres la verdad.
— ¿Cuál verdad?
— ¿Es que nunca te dijeron que la curiosidad mató al gato? — Preguntó riendo.
— ¡Oye! ¿Tú me crees un gato? — Dije haciéndome la ofendida. — Además, si la curiosidad mató al gato, por lo menos murió sabiendo y no vivió en una mentira.
— Hay ciertas cuestiones, que el saberlas o no te deja situado en la fina y delgada línea de la locura.
— ¿Y tu estás loco?
— Loco de amor.
— Pero estas mezclando los temas de lo que hablas.
— ¿Quién no está loco hoy en día?
— Me estás dando la razón. ¿Si todos estamos locos por qué no puedo saber aquello que te deja en la delgada línea de la locura?
— Sólo cállate y bésame. — Ordenó. Y no tuve más remedio que hacerlo. Aunque tampoco me iba a resistir demasiado.
El beso comenzó de una manera de por más tierna. Ambos capturábamos nuestros labios románticamente y saboreábamos la saliva del otro. Puede sonar asqueroso, pero era por demás excitante. Comenzamos a darle un toque más osado al beso, sumando las lenguas. Mi corazón comenzó a latir mas velozmente, la respiración se me entrecortaba y comenzaba a agitarme. Benjamin también se notaba agitado y cada vez me besaba con más y más pasión. Comencé a sentir su roce muy conocido pero seguía generando en mí esas sensaciones únicas que solo él me había podido hacer experimentar.
Me subí encima de él, con cada una de mis piernas a sus costados y sentí su miembro duro debajo de mí.
No me importaba el frío, no me importaba que estuviéramos en un parque público, solamente quería que nos uniéramos y que seamos uno.
No podía dejar de besarlo pero necesitaba arrancar toda la ropa que nos cubría. Al quitarle su amarok descubrí una camisa a cuadros al estilo grunge, lo que facilitó que se la saque sin dejar de besarlo. Él me quito mi impermeable también sin dejar de besarme, pero tuvo que hacerlo cuando sacó mi camiseta.
Yo lo envolvía con mis piernas y enredaba su pelo entre mis manos al momento en que él desabrochaba mi corpiño, me lo quitaba, y comenzaba a darme un excitante masaje en los senos.
Desgraciadamente ambos teníamos pantalones. Quería arrancármelos, romperlos en pedazos, lo que fuera necesario para no tener que apartarme de él. Pero él lo hizo con más imaginación. Se paró manteniendo mi posición, solo que en distinta altura, me sostenía con sólo una mano, mientras con la otra se desabrochaba su pantalón y lo bajaba junto con sus boxers negros.
Desarmé la presa que formaba con mis piernas puesto a que no habría forma de quitarme los pantalones de otra manera, pero Benjamin me sostenía y me recostó en aquel banco en donde ambos nos encontrábamos sentados hacía apenas unos segundos. Sin dejar de mirarme a los ojos desabrochó y retiró mis jeans junto con mi ropa interior. Con la poca luz que había podía observar e hipnotizarme con su esculturar cuerpo.
Subió encima de mí pero sin penetrarme aún, yo podía sentir su miembro completamente tieso sobre mi vientre y el tacto con todo su cuerpo era muy suave y placentero.
Tenía una de sus manos sobre el banco para sostener su cuerpo y no aplastarme, con su otra mano tocaba y masajeaba mi seno de la suerte, el derecho.
Me besó delicadamente en los labios y luego se concentró en mi cuello. Movía su cuerpo rítmicamente arqueando la espalda y relajándola continuamente.
Se sentía tan placentero todo lo que él me estaba haciendo que comencé a gemir sensualmente y, de alguna manera, quería hacerle sentir ese placer también a él por lo que me dejé llevar por mis instintos. Con una mano comencé a acariciar su espalda y con la otra tomé su miembro. Por un momento se sorprendió, pero luego continuó con lo que estaba haciendo, ahora dejando algo de lugar para que yo pudiera mover mi mano.
Habremos continuado con eso durante algunos minutos y luego comenzó a besarme cada vez mas abajo. Llegó un momento que mi brazo ya no alcanzaba su miembro. Se concentro en besar mi seno izquierdo a la vez que continuaba masajeando el derecho. Arqueé mi espalda dándole una mayor entrega de ellos. Él cambió la posición de su mano, pasándola por el hueco que quedaba entre mi torso y el banco abrazándome y acercándome a su boca.
Al momento en que comencé a sentirme inútil lo tomé del cabello con ambas manos y lo subí hasta mi posición, y comencé a besarlo.
Estaba a punto de introducir su gran miembro dentro de mí, pero en ese momento quise manejarlo yo. Quise darle el mayor placer que hubiera conocido. Le obligué a dar la vuelta, quedando él debajo de mí. Casi caímos, pero el banco era lo suficientemente ancho como para que no lo hagamos. Una vez encima de él coloque las piernas en una posición cómoda y con la mano ayude la penetración. Él tomó mi trasero con ambas manos y comenzó a marcar el ritmo. Comenzamos a hacerlo con una lentitud admirable. Podía sentir todo, sus manos, sus pectorales, su miembro entrando cada vez mas dentro de mí.
Yo no era muy experta en lo que al sexo refería, pero se supone que no hay mucha ciencia en ello, simplemente son movimientos repetitivos en distintas velocidades. Cuando comenzamos a movernos con mayor velocidad recordé un famoso paso de baile de esa música de moda. Siempre escuche que era muy provocativo, pero no entendía con exactitud por qué hasta el momento en que comencé a hacerlo.
El perreo fue de a poco volviéndose cada vez más rápido hasta hacerme llegar al punto más alto de éxtasis. Un momento perfecto en que todo el cuerpo se estremecía de puro placer, llegando a rincones jamás conocidos de mi misma.
Luego de eso, el continuar con el movimiento fue dándome mas y mas pereza por lo que Benjamin me volteó quedando él por encima y todo volvió a comenzar.
Hacíamos el amor de una forma tan deliciosa. Él, ahora dueño de los movimientos que nos dominaban y que nos llenaban de placer, comenzó lento y luego empezó a envestirme de una manera tal en que la penetración llegaba mucho mas dentro que antes y me sacudía llenándome de, nuevamente, esa increíble sensación satisfacción máxima llenaba mi cuerpo. Poco tiempo después, fue Ben quien llego a ese punto de placer.
— Gracias. — Dijo al momento que me besaba tiernamente y colocando su cabeza sobre mi pecho se entregaba al cansancio relajándose completamente.
— Gracias debería decirte yo a ti, tú fuiste quien me trajo aquí.
— No debes agradecerme nada. Fue el amor quien me dominó durante todo el momento, en todo caso agradécete a ti misma por generar esto en mí.
— ¿Cómo fuimos capaces de hacer esto en un lugar público?
— Luego de determinado momento mientras hablábamos escuché que cerraban las rejas del parque.
— Nos hemos quedado encerrados. — Entre en pánico.
— No son rejas por seguridad, solo por protocolo. Una vez que están cerradas, ya nadie entra, pero no son lo suficientemente altas o eficaces como para poder realmente no permitir el paso.
— ¿Y es que no revisan si hay alguien dentro cuando lo cierran? — Pregunté ya mas tranquila.
— Ya te dije, las rejas están forjadas exclusivamente para decoración. Él que estén cerradas quiere decir que ya no está el guardaparque, pero nada impide que salga gente.
— Si la gente puede salir, se supone que también pueden entrar.
— Los turistas egresados están en los boliches a estas horas, no es temporada de otro tipo de turistas y los lugareños son muy respetuosos con los protocolos.
— ¿Y si quedaba alguien dentro al igual que nosotros? — Indagué.
— Me aseguré que todos hubieran salido antes de dejarte comenzar a hacer algo que te avergonzaría que alguien mas viera.
— Te amo. Como a nada en este mundo. — Confesé.
— Yo también te amo, pero hay algo que debes saber.
— ¿Es algo que me hará arrepentirme de lo que acabamos de hacer?
— Nunca te lastimaría, y supongo que lograr tu arrepentimiento, también significaría conseguir tus lágrimas y bajo ninguna circunstancia es eso lo que espero.
— ¿Y entonces qué es?
— Shh. — Me cayó al tiempo que miraba atentamente a un punto particular al cual yo no alcanzaba a ver. — Vistámonos, ya no queda mucho tiempo.
Ambos nos vestimos, yo realmente no podía conmigo misma y con esa incertidumbre que generaba el querer saber lo que Benjamin tenía para decirme.
— Vamos. — Dijo tomándome de la mano, dirigiéndose hacia la salida una vez que ambos estábamos vestidos y abrigados.
— ¿Es que no me vas a decir qué estas tramando?
— Primero debemos irnos de aquí. — Informó al momento en que empezaba a correr.
Corrimos pero no muy rápido por ese precioso sendero y desde lejos ya se veía la hermosa verja.
Tenía muchas preciosas curvas y varias formaban impresionantes corazones. La verja no tendría más de medio metro y fue bastante sencillo saltarla.
— ¿Tú y tu abuelo diseñaron la reja? — Sonrió.
— No sólo eso, también la forjamos.
— Es increíble todo lo que lograron juntos. — No nos deteníamos, pero ya no corríamos, solo caminábamos deprisa. Comencé a sentir la agitación.
Al llegar al hotel nos escondimos detrás de unos arbustos y esperamos a que llegara un bus. Cuando este mismo llegó yo sabía que debíamos mezclarnos entre la muchedumbre y así entrar. Pero Benjamin me miró a los ojos y dijo en un idioma que no pude comprender: — Ответ на этот вопрос находится в карты.. — Y luego me dio un pequeño empujón para que entrara al gran hall del hotel junto a todos esos chicos, pero él no lo hizo. Se quedó escondido en los arbustos hasta que lo perdí de vista.
WoW como que La decisión en las tarjetas..??
ResponderEliminarxque le dijo eso..?? Y en ruso..??
Hay que emocióm...!!
Estuvo buenisimo..!!
Hay me encanto..!!
ResponderEliminarAunque muchos detalles...
Espero el proximo capitulo.. BESOS..
No te gustaron los detalles?
EliminarGenial! jaja! Mmmmmmmmm me causó mucha emoción! Aunque... que FRIO! jajaja!
ResponderEliminarSe acerca la hora de la verdaaaad!?
:O
Great!
Espero pronto uno nuevo!
cada vez se pone mas interesante eres genial, te felicito estoy emocionada le dice la verdad Benjamin???????????
ResponderEliminarMuy buenoo.. pero RUSOO?? Que significa esa frasee?? Espero el otro.. :)
ResponderEliminardios no dejes de escribir se me pararon los pelos de puntas cuando sacas el otro es un capitulo dios no tengo palabras me comí las uñas te felicito muy bueno síguelo
ResponderEliminarAproximadamente el jueves o el viernes en la noche. Perdón que tarde tanto, pero tengo que estudiar.
EliminarMuy buenooo, escribis muy bienn, segui asii que atrapas a al gente!!
ResponderEliminarMe encanto todo esta super padre!!! tienes un don super padre iia quiero qe llegue el otro
ResponderEliminarAWWWWWWWWWW Dioos me dejas comidaa por estoo!! XD Por faa monta el otro rapidooo!! :3
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