Capitulo 1
Diferente
Y otra vez estaba en un lugar que nada significaba para mí, buscando aquello que ya me estaba cansando de no encontrar.
Había ido por tanto lugares ya... lo único que sabía era que mi Benjamin seguía siendo igual en aspecto y, no era por discriminar, esto mismo me hacía descartar varias opciones.
¿Cuántas posibilidades de que una familia de pálidos con ojos claros viviera en el África? Si lo que querían era pasar desapercibidos entre los demonios, lo más sensato era hacerlo también entre los humanos.
Teniendo en cuenta al mundo entero, no era mucho lo que descartaba... pero a fines prácticos, un continente era demasiado terreno que ya no debería recorrer.
Por otro lado, buscarían un lugar con buena medicina intentar revivir a su hijo. O es lo que se supone.
Cuba, China, USA, incluso algunos países latinos. Pero al pensar en este ítem caía otro a consideración. ¿La familia de Benjamin sería una familia bien acomodada económicamente hablando o más bien sería humilde? Porque esto determinaría también a qué tipo de medicina pudieran acceder.
Podrían querer a los mejores médicos del mundo para su hijo, pero sin dinero, jamás lo lograrían. Si eran más bien humildes, accederían a la mejor medicina gratuita que consiguieran. Pero si tenían algo de dinero, no escatimarían en gastos.
Pero tampoco sabía eso. Las anteriores dos cuestiones eran de las que debía considerar, pero no me daban mas que probabilidades.
Lo que también debía pensar, era que la familia de Benjamin de algo estaba enterada. No sabía en qué punto, a qué profundidad o cuánto creyeran en eso pero si el nuevo Ben tenía el conjuro de protección quería decir que sabían sobre los demonios.
Dependiendo de cuanta verdad les contara el brujo, y cuanta de aquella verdad ellos decidieran creer y confiar desencadenaba en cuanta importancia le darían estos desesperados padres a la medicina.
Genial... otra vez con sólo un continente menos y algunos países con algunas más o menos posibilidades de ser el hogar del alma de mi amor. No era mucho, pero era mejor que nada.
Si había algo que realmente me motivaba era que “el verdadero amor siempre se encuentra”, y tenía el testimonio del creador de la religión católica apostólica romana que lo apoyaba.
No sabía cómo buscarlo pero confiaba en que nos encontraríamos, tenía fe en ello. Realmente lo deseaba y era a lo que me afianzaba, era lo que me mantenía en pie y me daba fuerzas para seguir paseando por el mundo sin rumbo fijo en realidad.
¿Por esto mismo había pasado él buscando a mi reencarnación?
Cuando supe que él me manipulaba, en un primer momento, me había sentido molesta, estúpida, ingenua y pequeñita. Al instante intenté entenderlo y hasta logré perdonarlo pero no era hasta ahora que estoy en la terrible misma situación de encontrar a la reencarnación sin memoria de mi verdadero amor y tener que enamorarlo, que realmente llego a comprenderlo. Inclusive lástima sentía por él... Yo sólo llevaba un poco menos de dos años con esta búsqueda y ya estaba volviéndome loca. Benjamin me había buscado durante 17 años desde que nací y valla a saber quién, cuanto desde que morí.
Tenía un vacío imposible de llenar, de soportar. Me fastidiaba. La mayoría de tiempo me odiaba a mí y al mundo, hasta al aire que respiro, a esta estúpida situación. Detestaba tener que cargar conmigo.
Pero si me permitieran modificar mi pasado, no cambiaría nada. Yo podría elegir vivir una vida normal, incluso sabiendo de la posibilidad de nunca encontrar a Benjamin actuando de ese modo. Podría hacerlo en este mismo momento, sin cambiar el pasado, elegir dejar toda está loca novela y que no sea más que un alocado sueño de amor que me cegó por dos años pero que nunca terminó de desencadenar.
Una historia digna de contarle a los nietos, pero sin una buena moraleja.
Creo que realmente consideré esta posibilidad algún tiempo, más todavía cuando al compararlo con la alternativa en la que lo busco desesperadamente e igual cabe la probabilidad de no encontrarlo nunca. Incluso queriendo creer en la cursi frase de amor que anteriormente cité... ¿Y si nos encontrábamos cuando alguno de los dos estuviera agonizando y no teníamos mas de cinco minutos de amor? Mi vida y mi felicidad de tantos años habrían sido sacrificadas por trecientos segundos que ni siquiera serían de amor, recordemos que él está sin memoria y, por lo tanto, conocimientos de nuestra historia. Significarían un doceavo de hora de autocontentamiento por haberlo encontrado y luego la muerte.
Parecía que las tenía a todas en contra, ni una a favor. Y para colmo, mucho tiempo libre para pensarlas y así destruir mi autoestima.
Pero, volver a una vida normal: estudiar, trabajar... compartir el tiempo con otras personas y así encontrar a un nuevo amor, que quizá no sea del verdadero pero que me contentara, no tenía demasiado atractivo considerando que la amistad de demonios podría lograr todo lo que cualquiera se propondría lograr con trabajo o estudio. Entonces... en dónde encontraría a ese amor que me contentara si el trabajar o estudiar ya nada significaba para mí.
Con mis amigos demonios podía tener lo que yo quisiera, en cualquier momento y sin un esfuerzo muy grande. En el momento en que me encontrara con Benjamin podría tener la casa que quisiera, en el lugar que yo quisiera, con el trabajo que se me ocurriera e inclusive sin trabajar si así se me antojaba. Podría vivir del amor el tiempo que tuviera ganas y tener hijos cuando de eso me canse, incluso tener dos labradores Golden retriever educados y tranquilos en el gran patio del fondo de mi mansión.
¿Tienen la imagen mental? Amor, familia feliz, mansión, jardines de rosas, perros. Era una propuesta realmente muy tentadora, debo admitir. ¿Podría pedir más? Claro, si algo más se me ocurriera se los podía pedir también.
Tenía que tener todo en cuenta, los pro y también los contra. En los momentos depre prefería aferrarme a los pro y lo momentos de fe a los contra luchando por mantenerme realista.
Estaba en medio de un tornado de posibilidades arremolinándose en mi cabeza. Había tantas y con tantas combinaciones que ya prefería ni pensarlas.
Recordaba constantemente aquellos momentos del viaje en los que quería dormirme y despertar cuando todo hubiera acabado, cuando las respuestas estuvieran allí para mí, cuando ya no tuviera que esperar por nada ni nadie para ser feliz... la diferencia entre ese momento y el que estaba sucediendo radicaba en que en uno lo que me mataba era la incertidumbre, la curiosidad y en el otro era justamente lo contrario, el saber todos los caminos posibles, todas las bifurcaciones, todas las ramas de aquel árbol.
Al final de cuentas, lo que decidía iba más por el corazón y los sentimientos que por la razón. Decidía continuar con esa búsqueda a pesar de todos los impedimentos, a pesar de todas las posibles cartas que me podían tocar en éste, el juego del amor, no eran las más sencillas para jugar y salir victorioso.
Aunque pensándolo bien, nunca había tenido una buena mano, siempre debía ganar el truco con un 3 y dos 5... Difícil, pero no imposible si sabes cuando cantar el Truco. Que lindo sería tener un as de espadas y así ganar la partida cuando nadie lo esperaba.
El viento frío golpeaba contra mis mejillas, ponía colorada mi nariz, revoloteaba mis cabellos. Me gustaba esa sensación ya que me recordaba a las montañas, a la nieve, aquello que relacionaba con el amor... distinto al parque de flores en primavera típico en que el grueso de la gente relaciona con dicho sentimiento.
Las cosas en mi vida tienden a ser algo mas retorcidas que en el normal del mundo y desconocía la verdadera razón de mi suerte. Si consideramos al Karma... yo no había hecho nada en esta vida que me llevara a esta situación. Era mi destino.
Aquel puente veneciano ya comenzaba a aburrirme, observaba a cada persona que pasaba pero no miraba a ninguna. Lo buscaba en cada rostro, en cada hombre, en cada ser. Me perdía en cada persona errónea, en el horizonte, en mis pensamientos. Escuchaba voces hablar a mi alrededor, el mundo no dejaba de girar ni el tiempo de correr, pero allí estaba yo como si nada pasara con mi mirada ida sin que me importaran los días del mes ni el futuro que me daría de comer.
“Era tan buena chica...” decían las malas lenguas de la familia, “estudiosa...”, “aplicada...”, “ahora vive de viaje con valla a saber el dinero de quien...”, “lo que dará a cambio por ello...”
Me trataban de prostituta... si tan sólo supieran quizá hasta me regalarían su maldito pellejo y se cortarían la lengua antes de volver a hablar mal de mí. Que pensándolo bien es lo que deberían hacer como familia... Apoyarme sin pensar en el camino que yo elegía, sin importar cuan zorra me hicieran mis decisiones.
Si yo eligiera bailar en el caño por las noches... ¿Cuál era su maldito problema con ello?
Para colmo no era el caso, y yo era más honrada y correcta que muchos de esa familia de habladores, de esa mugrosa gente que tenían lasos de sangre conmigo gracias a mi madre, los normales, los chismosos.
Ahora que sabía el secreto de mi padre había comenzado a prestar más atención a mi abuela y a mis tías por parte de mi padre, todas ellas tenían al menos una verruga. Dato curioso considerando que sólo mi padre era el verdadero brujo, mis tias solo curaban dolores pequeños como dolor de cabeza, descompostura de estomago y hasta quemadura. Siempre habia pensado que no hacían nada y que todo lo que funcionaba era la psicologia. El adolorido piensa que esta curado y el dolor cesa. Pero ahora veía que había cierto poder en ellas.
— ¿Cómo puedo hacer para llamar tu atención? — Dijo un chico mientras se acercaba a mí. Tenía el cabello medio largo, con flequillo y algunas canas. Ojos marrones, altura normal. — Ya me he parado delante de tu mirada, sin que tu me vieras. Ya he bailado la conga en el medio del camino, una multitud paró a mirarme menos tú. — Yo lo miraba con una expresión difícil de explicar pero no paraba de pensar “Sí, campeón. Nada de lo que hicieras me iba a llamar la atención a menos que tuvieras esos ojos verdes que yo necesitaba encontrar” — Ya, Madeleine. No seas tan difícil, ¡como te gusta llamar la atención y tener a todos detrás de ti, eh!
— Me llamaste Madeleine. — Dije extrañada.
— ¡Por supuesto! ¿Cómo quieres que te llame?
— ¿Quién eres tú?
— Vamos, Madds... Tú sabes quien soy, no sigas jugando.
— Yo no soy Madeleine.
— Claro que sí eres Madeleine, reconozco tu alma.
— Soy la reencarnación de Madeleine. — Hice una pausa dramatica y aprecié la sorpresa en su rostro para entonces poder seguir. — ¿Tú quién rayos eres?
— Pero... — Elevó su mano y la pasó delicadamente por mi mejilla. — Sigues siendo... Maddie, no me gusta que hagas estos chistes.
— ¡Que no soy Madeleine! — Dije al momento en que me levantaba y me iba algo enojada.
— No pudiste haber muerto.
— No sé quién eres y no te pienso contar la historia de mi vida.
— Soy Ellio. — Dijo al momento en que posaba al estilo Peter Pan. Me limité a mirarlo y al momento continué caminando. — Aguarda, no te vallas. — Se puso delante de mi camino. — ¿De veras no me reconoces?
— No soy Madeleine. Ella tal vez sí te hubiera reconocido, yo no sé quien eres. — Expliqué mientras me cruzaba de brazos.
— Soy Ellio, tu amigo. Solía salir con Hanna, nuestros mejores amigos eran Lance y Amy, tu estabas con Coraline la ultima vez que te ví.
— Estás un poco desactualizado.
— ¿Qué ocurrió? ¿Hanna está bien? Ella no habrá... — Se le descompaginó el rostro.
— No, ella no murió. — Volvió a la normalidad. — La amas. ¿Verdad?
— Desde siempre.
— ¿Y qué ocurrió?
— Madds, tú estabas allí.
— ¡Que no soy Madds! ¿Tanto te cuesta entenderlo?
— ¿Cuál es tu nombre ahora?
— Samara.
— Sam... ¿Te puedo decir Sam, verdad? — Asentí. — Celos, eso sucedió. Ella es muy desinhibida y yo no lo pude soportar.
— La desinhibición es la mayor característica de Hanna. Si la amas a ella, tienes que amar eso de ella tambien.
— El verdadero amor siempre se reencuentra. Si ella es mi verdadero amor o si la frase es real, nos volveremos a encontrar.
— Ese es un pensamiento bastante histerico en estas circunstancias.
— Déjame disfrutar de mi parte femenina.
— ¿Disfrutarla? Odio cada segundo lejos de Benjamin. Si así es como haces sentir a Hanna podría matarte en este mismo momento.
— Exacto. Eso quisiste hacer hace 100 años. — Dijo con una sonrisita idiota mientras yo bufaba. — ¿Dijiste Benjamin?
— ¿Qué demonios estas haciendo aquí Ellio? — Dijo Lance con un tono bastante enojado.
— Lancelot, viejo amigo.
— ¿Ya maduraste?
— Caí aquí de mera casualidad.
— No respondiste a mi pregunta.
— Si el maldito dicho que parece ser cierto lo es, haré bien las cosas con Hanna esta vez.
— Primero debes conseguir que ella te perdone.
— Lance, creo que voy a mi casa... extraño a mi padre, y a mis hermanas. Realmente no creo que tenga mucho que ver en esta disputa.
Todo se veía normal en casa, quieto... igual. Todo seguía igual a pesar de ser tan diferente. Samantha había terminado el colegio, no podía creer todo el tiempo que había pasado y Sabrina no dejaba de sorprenderme, había dejado de lado la timidez de la niñez y entraba en el descaro de la adolescencia pura. Papá me miraba extraño por momentos, como si ya no fuera yo. Él pensaba que yo no lo notaba pero estos dos años de búsqueda me habían echo ponerme mucho mas observadora. Y mamá... bueno, mamá seguía cocinando y contando las típicas chismerías de familia.
— ¿Podemos tener una cena libre de problemas ajenos? Sam acaba de volver, no hagamos que se vuelva a ir. — Dijo Sabrina sorprendiéndome, ella no solía emitir mas de media frase de monosílabos en público y mucho menos enfrentándose con alguien pero definitivamente nunca si ese alguien era mamá. Se me abrieron los ojos de par en par.
— No me vuelvas a hablar así, jovencita. Ve a poner la mesa que ya estará la comida. — Ordenó, ambas se miraron desafiantemente pero al final mamá ganó y Sabrina bufó mientras se iba. — Como te decía, el tío Ralph ya no nos habla. No nos quiere creer que su mujer lo engaña... ¡Pero se nota a la legua que así lo hace!... — Comencé a sentir un aroma extraño.
— Mamá... — Interrumpí.
— ...Ella se acuesta con el vecino ese que tiene y creo que también lo hace con el hijo del vecino.
— Mamá...
— Vieras que apuesto que es el hijo del vecino del tío Ralph, seguro te gustará... bueno, si es que algún día el tío Ralph nos vuelve a invitar a tomar el té.
— ¡Sarah! — Grité esperando que me prestara un poco de atención. Supongo que la mayoría de nosotros estábamos distintos en casa. La sorpresa llegó hasta a asustarla y dejó caer el vaso que tenía entre manos el cual acabó en pedazos.
— ¿Qué quieres Samara?
— ¡El pavo, mamá, se está quemando! — A mi madre jamás se le había pasado de cocción la comida, ni hablar de que se le queme. Obviamente esto era obra de algún demonio aburrido, me hubiera gustado confrontarlo pero papá había dejado claro que mamá no debía saber nada. Rodé los ojos frustrada. Rápidamente, Sarah, solucionó el inconveniente quitando la parte quemada del pavo.
— ¡Ya está la cena! — Gritó a la familia para que fueran a la mesa.
Todos los comensales estábamos listos, con nuestros estómagos vacíos en la mesa esperando al pavo quemado de mamá. Al llegar, papá y con todo el protocolo de una gran cena, comenzó a cortar el animal y a repartirlo entre todos. Una vez listo comenzamos. Añoraba el sabor de la comida de mamá, no se le sentía sabor a quemado ni mucho menos, estaba exquisito, como siempre. Disfrutaba cada bocado como nunca lo había echo.
— ¿Quieres de una vez dejar ese teléfono, Samantha? — Dijo papá algo bastante molesto.
— Estoy arreglando para salir con mis amigas por la noche, padre. Si no lo hago ahora luego no me quedará tiempo para prepararme.
— No, señorita. Usted no va a ir a ningún lugar y menos con esa actitud.
— Pero...
— Pero, nada.
— Papá, — intervine. — acabo de llegar. Sin discusiones, déjala salir. — él me seguía viendo extraño.
— Esta bien. Pero llevas a Sam contigo.
— Yo no quiero ir.
— Si no va una no va ninguna.
— Sam, por favor. Por favor. Por favor. Por favor.
— Estoy agotada del viaje. — Patrañas, el teletransporte no cansa ni un poco.
— Por favor. Por favor. Por favor. Por favor.
— ¿Te callarás si te digo que sí?
— Por favor. Por favor. Por favor. Por favor.
— Ya cállate. Iré contigo.
— Siiiii! Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias.
— Si no te callas no voy a ninguna parte. — Y entonces, silencio. Hasta se escuchaba el cantar de los grillos através de la ventana.
— ¿Me cuentas de tu viaje, Sam? — Rompió el hielo la pequeña Sabrina.
— Claro, estuve por todo el mundo en un lugar más bonito que el otro. Primero visité china, caminé por la muralla. Luego fui a Cuba, las playas son hermosas, paradisíacas. Despúes me aventuré por Europa...
— ¿Y cómo lo hiciste sin dinero?
— Eh... — Quedé petrificada con la pregunta, jamás lo hubiera imaginado de Brinie. Y me mantenía en esa petrificación al no saber qué contestarle.
— Porque la tía Mary y mamá hablaban de eso el otro día. — Ahora lo entendía. A Sabrina no le hacía ninguna gracia que nuestra madre hiciera de los problemas familiares la novela preferida de sus allegados. Miré a mi madre la que de repente estaba muy concentrada en su plato de comida.
— ¿Qué decían, Sarah? — Suelo llamarla por su nombre cuando me enojo.
— Pues... Que es impresionante que duraras dos años lejos de casa, con tan solo unos pocos ahorros, viajando por el mundo entero.
— ¿Qué puedo decir? Sé administrar el dinero.
— Es que no se trata de administración. Simplemente no es posible... a menos que consiguieras el dinero de alguna manera que no nos quieres contar.
— ¿Me estas tratando de ladrona o prostituta?... ¿Sabes qué, Sarah? Soy narcotraficante. Por eso el dinero, por eso el viaje. ¿Te sirve esa respuesta? — Hace tiempo venía acumulando ese odio a quienes hablaban sin razón.
— Samara Williams, ese no es tono de hablarle a tu madre. Pídele disculpas. — Ordenó mi padre parándose con autoritarismo y golpeando la mesa con ambas manos abiertas a la vez. Quedé perpleja por un momento hasta que pude encontrar las palabras en mi cabeza nuevamente.
— No hay verdad, que pueda saber , que la conforme. — Respondí a mi padre y luego me dirigí a mi madre. Ella nunca podría llegar a creer ni media palabra de todo lo que estaba por decirle. — Me teletransporté de continente a continente, manipulé gente para que me dieran lo que necesitaba gratis y sin darles nada a cambio, ya quisiera yo haber estado con la única persona que tengo en la cabeza... pero está muerto. Así que disculpa, madre, si no quería darte todos los detalles.
Me levanté de la mesa y me fui a mi cuarto. Una lagrima rodaba en mi mejilla, recordar a Benjamin nunca me hacía del todo bien pero estaba peor si lo olvidaba.
Holaaaaaa! *Soy feliz* :3, muy buen comienzo!!
ResponderEliminar¿Que puedo decir? Me encanto.. Es como la explicación de epilogo ( osea, como que desarrollaste los lugares a donde fue Samara, y como y porque acompaño a Samantha a esa noche).
Gracias por seguir esta historia tan linda :)
Y por cierto, escribís de manera excelente...
Besos!!..
Cami
Estuvo buenísimo..!!!
ResponderEliminarMe lleve una re sorpresa cuando vi que ya estaba ahí el capitulo para leerlo, mi cara fue tipo "AL FIN :') " *.*
Pero me encanto, muy bueno la verdad..te felicito por escribir esta historia tan increíble..Besos.!!
gracias por continuar la historia es hermosa otra vez voy a estar esperando el otro capitulo:)
ResponderEliminarq tiempooooo dios cuando el otro capuitulo plissssss
ResponderEliminarEstuvo buenisimooo el inicioo, de primera estaba un poco desorbitada y no entendiia mucho pero en el transcurso del capitulo pude entender y darle respuestas a mis interrogantes, estttaaa GENIAL, no tengo nada q deciiir, espero entusiasmada el segundo capitulo ojala no te demores tantoo.
ResponderEliminarMuy bien! Gran comienzo! A seguir leyendo! :)
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