Espero que disfruten de este nuevo capítulo en el que van a comenzar a ver indicios de todo lo que se viene en éste libro. Las quiero lindas. Mica :)
Capítulo 2
Ahí, aquí, allí.
Por supuesto que mamá no me creía ni una palabra. Ella pensaba que yo estaba siendo sarcástica y yo sí que sabía que eso pasaba por su mente.
No estaba muy segura de querer ir a la salida de Thara (como le decíamos para evitar ser todos “Sa-“), después de todo la discusión de la mesa ya había concluido con que ella iría. Ella ya estaba vestida y maquillada, mi padre no podría decirle que no en ese punto.
—Thara... no estoy segura de querer salir. En verdad, acabo de llegar y siento necesidad de descansar.
— Vamos Sam, no puedes decirme esto ahora.
— Ya estas cambiada y maquillada. Papá no te obligará a quedarte si no voy.
— Sam, realmente quiero que vengas conmigo. Hay muchas cosas que han sucedido por aquí y tengo que ponerte al día.
— Puedes hacerlo por la mañana. Voy a dormir.
— Sam... vístete. — Ordenó. — Ahora.
— No sé cómo habrán sido las cosas para ti en este tiempo que no estuve pero... ¿Sabes? Sigo siendo la mayor aquí y no me vas a dar ordenes Samantha.
— ¡Papá!
Ella siempre hacía lo mismo. No podía dejar que una discusión sea entre nosotras, siempre mamá o papá tenían que estar en el medio. Estaba tan cabreada con Samantha que solo dí media vuelta y fue a mi dormitorio. No importaba lo que ella dijera, papá siempre estaba de mi lado. Era algo estúpido de su parte haberlo llamado.
La puerta se abrió de golpe y tan rápido que casi no pude ver.
— ¡Samara, habíamos quedado en algo! — Grita Thara al tiempo en que entra mi padre y que una bocina de auto suena fuera de mi hogar.
— Lo lamento Sam, pero Thara tiene razón esta vez. — Él chasqueó sus dedos y lo único que supe después es que tenía puesto un vestido negro corto hasta un poco arriba de las rodillas y ajustado al cuerpo.
¿Papá estaba haciendo magia delante de nosotras? Esto si que era algo que nunca había sucedido pero no era eso lo que más me llamaba la atención, sino lo era que Samantha no estaba para nada inmutada. Era como si hubiera estado viendo como mamá colaba una olla de pasta antes de lo que en realidad había visto.
— Cambia esa cara, tú ya sabías que papá hace magia.
— Deja de darme ordenes Samantha.
— Te fuiste dos años sin que te importase nada, tuve que tomar el papel de hermana mayor así que mejor acostúmbrate. ¿Quieres?
Me crucé de brazos sabiendo que ella tenía razón. Me generaba una rabia incalculable que ella tuviera a nuestro padre de su lado en está pelea y que yo no tuviera nada con que contrarrestarla.
— ¿Quieres cambiar esa cara, por favor? — Thara dijo, esta vez de una considerable mejor manera y a sabiendas que lograr que yo cambie, no la expresión de sorpresa sino la de enojo.
— Si no tengo más remedio.
— Perfecto. — Dijo con una gran sonrisa. Y chasqueó sus dedos. No estaba segura de lo que había hecho hasta que pude ver mi rostro en el espejo. Ella me había maquillado. Ella también dominaba la magia. Ella era una bruja. — Vamos, ya llegó el taxi.
Me tomó del brazo y me arrastró por la casa. Subimos al auto y ambas sabíamos que no tendríamos mucho tiempo para hablar, puesto a que el taxi primero pasaba por nosotras y luego iba a por sus amigas. Y no sólo eso sino que teníamos que hablar en código por el pequeño inconveniente de que el taxista podría oír todo lo que decíamos.
— ¿Cómo es que...
— ¡Sam! — Me reprendió con una significativa mirada refiriéndose a lo que yo acababa de pensar. Sinceramente no me importaba, luego podríamos borrarle la memoria. Oh, dios... ya me estaba acostumbrando a controlar a la gente.
— Eso no es un problema. Luego lo arreglo. ¿Cuándo comenzaste con esto? ¿Sabes que hay responsabilidades, verdad?
— Cállate. — Dijo realmente exasperada. — ¿No sabes guardar un secreto?
— Te sorprenderías. — La tomé de ambas manos y la mire directo a los ojos intentando inspirar confianza. — Ahora, Thara, explícame qué es lo que ha sucedido.
— Pasaron tantas cosas que ni podría enumerarlas. — Dijo evitando mi mirada al dirigir su vista a la ventanilla. — Todos estamos cambiados, Sam. No puedo ni comenzar.
— Mamá sigue igual que siempre. — Observé.
— Mamá no está igual que siempre... ¿Cómo no puedes verlo?
— Regresé hace tan sólo un par de horas.
— Está muy dolida contigo.
— ¿Cómo?... ¿Por qué?
— Desapareciste, Sam. Todos sabemos que eras su preferida y te fuiste sin darle una verdadera razón. Ni a ella ni a nadie.
— Estaba buscando a mi verdadero amor. ¿No es suficiente razón?
— Es ilógico, Sam. ¿Por qué buscarlo alrededor del mundo? ¿Cómo estas tan segura que no está a la vuelta de la esquina?
— Sería improbable. Puede estar en cualquier parte del mundo.
El auto paró en una hermosa casa de techos altos con ventanas de vidrios repartidos.
— Esta es la casa de Megan, debemos dejar de hablar de estas cosas.
— ¿Y de qué quieres hablar, dulce hermana? ¿De mi maquillaje?
Me dio una significativa mirada mientras pensaba en una respuesta pero Megan entraba en el auto por lo que solo desvió su mirada a la ventanilla.
— Hola, Thara. Tu debes ser Sam. ¿Verdad? — Solo contesté meneando la cabeza. No estaba de humor para esto en verdad. — Tenía tantas ganas de salir, se me estaban llenando los pies de telarañas por no bailar. — Rió algo nerviosa, ella se daba cuenta de la tensión que había en el ambiente. — Ya quiero llegar al show.
— ¿Show?
— ¿Thara, no le dijiste del show?
— En mi casa no saben nada del show. Debía mantener una imagen.
— ¿Cuál show, Thara?
— Es un show muy entretenido, ya verás. — Dijo al tiempo que ella y Megan se daban una significativa mirada.
El taxi volvió a parar pero esta vez en la puerta del boliche. No es que yo tuviera mucha noche, pero parecía cerrado y era algo temprano todavía. Era un lugar muy grande, con un gran muro lleno de publicidades. “Solo Mujeres” decía uno de ellos y tenía una foto de un musculoso hombre. Pero lo que más llamaba la atención de todos los carteles era el que estaba encima de la puerta de entrada, una enorme y tentadora manzana, y rojas letras brillantes que nombraban al boliche como “Eros” que, si estoy en lo cierto, era el dios griego para la atracción sexual, la fertilidad y el amor.
— ¿Un show de strippers, Thara? ¿Desde cuando vienes aquí?
— Algún tiempo.
— ¿Con que necesidad? Vamos, eres hermosa. No necesitas ir a un show para ver penes. — Ella rió.
— Por eso mismo es que nuestros padres no saben nada.
— No es sólo un show para ver penes. — Intervino Megan. — Es realmente divertido.
— No lo puedo creer. — Dije rodando los ojos.
— ¿Acaso a ti te gustaría que te tomen como senos y trasero? — Dijo Thara mostrando enojo. — Ellos no son solo grandes penes. ¿Sabes?
— Oh, por dios. Ya lo entiendo... Te enamoraste. ¿Verdad? Estas enamorada de un stripper. Y mamá me trata de prostituta a mí. — Dije algo indignada. — Y no puedo creer que me hayas obligado a venir.
— Papá me obligó a traerte. Así que, por favor, cambiemos la noche. Seamos las hermanas que siempre fuimos.
Hubo un silencio incomodo. Thara ya no insistía, Megan aún no comprendía la situación y yo por mi parte sostenía el puente de mi nariz tratando de no avergonzarme de mi misma por el lugar al que estaba por entrar.
Nosotras habíamos llegado primeras pero con el pasar del tiempo se hacía una fila cada vez más larga.
— Oye, Sam... — Dijo Megan y no continuó hasta que dirigí mi mirada a ella. — Entiendo que no te guste este lugar pero... ¿eres monja o puritana o algo de eso? — ¿Acaso ella intentaba exasperarme?
— ¿A qué te refieres? — Dije sin ocultar lo poco que me gustaba hacía donde iba esa conversación.
— No es nada en contra de ti pero... ¿Acaso te viste tu padre? — Realmente me sorprendió lo que decía hasta que bajé la vista y miré mejor lo que tría puesto. Claro que me había vestido mi padre, por eso el vestido no tenía ningún tipo de escote sexi y el lago era el mismo al que sentencian los colegios católicos que deben estar las faldas, cuatro dedos por encima de las rodillas. Ella estaba bromeando con ello, me hizo bajar la guardia y yo también sonreí. — ¿Thara, me ayudas aquí? — Thara sonrió con complicidad y se quitó el prendedor de su cabello, el cual tenía una punta bastante pronunciada. Colocó dicha punta en el centro de mis senos y miró a Megan pidiendo aprobación. — Es demasiado. — Lo subió tan solo un poco y en un movimiento de muñeca le abrió un profundo escote al vestido, lo único que faltaba era qué el mismo se estire por lo que puso ambas manos al costado de mi cintura y tiró de la tela para que se estire donde ella quería. Luego frunció la prenda por mi cuerpo, al ser negro no se notaba y al ser ajustado no caía. Eso lo acortó. Prosiguió dándome vuelta y haciendo unos cuantos tajos más en la espalda... decía que era un toque más rockero. Y para terminar Megan sacó de su bolso un collar largo que probablemente llegara hasta debajo de mi busto de bronce y con un dije grande muy particular. Alas.
— Escucha, Sam. Cuando abran las puertas y entremos primero hay que caminar por un sendero entre el bosque. Luego, cuando llegamos a la verdadera puerta del boliche, esta solo es la puerta del muro, habrá dos filas. Ahí es donde nos separamos.
— ¿Por qué?
— Porque nosotras somos V.I.P. y no pagamos entrada. Tú sí.
— ¿Cómo es que son personas importantes aquí? ¡Oh, Thara! ¿No me vas a decir que trabajas aquí, verdad? — Ambas rieron.
— No, Sam. — Dijo entre risas. — Sólo hay que hablar con la gente correspondiente. — Fruncí el entrecejo ella continuó sonriendo.
Al fin abrían las puertas, la espera había parecido interminable. Tal como Thara lo había descripto, caminamos por un sendero entre el bosque. Cada arbol, cada planta, cada arbusto tenía luces que lo alumbraban de distintos colores. Azul, verde, rosa, rojo, violeta, una gran idea debo admitir. Quedaba sensacional.
El boliche tenía un nombre de un dios griego, debía rendirle honor. La entrada principal tenía grandes columnas al mejor estilo del olimpo y todo estaba iluminado con invisibles luces azules y arriba donde usualmente hay una guarda de vasijas u hombres desnudos, estaba nuevamente el cartel con el nombre del lugar.
Al entrar todo seguía con el estilo. Era una pequeña habitación de unos tres metros de ancho y cinco de largo. Sobre una de las paredes estaban las cabinas que venden entradas y la que la enfrentaba era una pared de vidrio que dejaba ver el bosque de luces brillantes. Se respetaba bastante a la arquitectura greco-romana pero a la vez tenía un toque moderno.
Pagué por la entrada, se la dí al guardia pero no la agarró.
— Esta bien, sólo tienes que mostrármela. Si me la das, te quedas sin consumición.
Me resultó extraño pero igualmente pasé. Dentro había una gran pista rectangular que usualmente se usaría para bailar pero en ese momento estaba llena de mesas para disfrutar del show. En el centro había una tarima rectangular con un telón al costado de uno de los lados más pequeños y la gran barra de licores al otro. Las luces eran bastante bajas, típicas de boliche y la música tranquila y baja, más bien como lo son en los bares.
Miré por encima de las personas que iban llegando y vi a dos que movían sus manos. Thara y Megan. Me acerqué hasta la mesa que ellas habían escogido... ¡Era demasiado cerca de la tarima! Debí haberlo imaginado, ellas se hubieran sentado sobre la misma tarima si las dejaran.
Nos sentamos las tres mirando a la tarima. Megan se colocó a un costado de la mesa, Thara que era el contacto común se sentó al medio y yo al otro costado.
— Yo no me quiero sentar aquí. — Dijo Thara.
— Es lo que te toca, Thara. — Contrarrestó Megan.
— ¿Quieres que cambiemos de mesa?
— Ella no se refiere a la mesa, se refiere a la silla. — Aclaró Megan, pero yo continuaba sin comprender.
— Ten mi silla. Me da lo mismo a mí.
— No, no, no, no, no. — Continuó Megan. — Hoy nos toca así. A ti ahí, a mí aquí, a ella allí. ¿Verdad, Thara?
No comprendía las razones del ahí, aquí, allí pero tampoco estaba de demasiado ánimos como para preguntar.
— ¿Y qué es esto de una consumición? — Pregunté mirando el papel que me dieron en la entrada.
— Esto funciona así. — Comenzó Thara. — Para entrar, tienes que pagar la entrada.
— Pero aquí ellos te compensan.
— ¡Y te dan una bebida gratis!
— ¿Cualquier cosa?
— Tampoco son tan buenos — Bromeó Megan y todas reímos.
— Puedes pedir agua mineral, un vaso de gaseosa o un chop de cerveza.
— Pero si juntas dos...
— ¡Te dan un champagne o vino espumante!
Nos sentamos hablando de tonteces por un gran rato. Los mozos iban y venían, pero tanto Thara como Megan me aconsejaban pedir la consumición más tarde. También había pizza libre, nosotras ya habíamos cenado mas tomamos una porción cada una para no despreciar. Entonces Megan comenzó a hacer algo que llamó mi atención. Ella tomaba una servilleta y la ponía encima del queso de la pizza.
— ¿Megan, qué haces?
— Mira la servilleta. — La extiende y me la muestra tomándola tan solo de una punta. — ¿Ves lo aceitosa que puede ser una simple porción de pizza?
— Pero eso es lo que la hace sabrosa.
— Venimos a este show cuatro veces por semana. Si me dejará llevar... no quiero ni pensarlo.
Ella era... superficial. Esa es la palabra que buscaba. Muchas bromas, mucho cuidado del cuerpo. Comenzaba a caerme mal.
— ¿Y cuándo va a comenzar el show? — Pregunté, ellas se miraron cómplicemente.
— ¿Acaso son ansias lo que escucho? — Preguntó Megan.
— ¿Cómo pueden traerme a ver penes? — Me imitó Thara dramatizando e utilizando una falsa indignación. — Penes, penes, penes... ¿Dónde están los penes? — Gritó sobrepasada en la dramatización y con un toque de locura bastante gracioso por lo que no pude evitar reír y al igual Megan. Algunas mujeres de las mesas contiguas la miraban, pero a ella no parecía importarle.
Tan solo unos minutos después comenzó a sonar la voz del dj en off que decía:
*Su atención, por favor. Está prohibido filmar o fotografiar este show. Muchas gracias.
Luego un gran juego de luces y de música de suspenso anticipaban la entrada de dos transformistas, travestidos o como más les guste llamarlos haciendo playback con una canción de Donna Summer.
Uno de ellos era como una Barbie. Alto, una larga peluca rubia, labios pintados de rojo con brillos, ojos bien delineados con cientos de hermosas pestañeas bien gruesas y definidas, delgado y con curvas acentuadas. El otro era más bien lo opuesto, gordo, de cabello largo oscuro y con ondas y labios bordo. En maquillaje se parecían bastante, sólo diferenciaban los colores y en cuanto a los vestidos, ambas tenían el mismo. Era un vestido rojo escote corazón y corte sirena que obviamente les quedaba distinto pero lo llevaban con tanta actitud que eran dos divas, no importaba que fueran travestidos, eran dos divas.
— Buenas noches, mujeres, buenas noches, Eros. ¿Cómo están? ¿Bien? — Comenzó el rubio hablando rápido y con bastante efusividad. Hubo un gran silencio, ellos esperaban como estatuas a que les contestemos. — A no. Así no. Voy a volver a preguntar y espero que esta vez lo hagan como corresponde.
— Pueden abrir las piernas, de ese modo la vagina les hace eco y suena más fuerte. — Acotó el morocho.
— Buenas noches, mujeres, buenas noches, Eros. ¿Cómo están? ¿Bien? — Repitió solo que esta vez recibió un gran “Bien” del público. — Ahora está mucho mejor. Me presento ante todas, mi nombre es la Yenny y junto con mi compañera Lety les vamos a animar la noche.
— ¿Qué quieres que les animemos? Ellas vienen acá a ver hombres, nosotras sólo somos el relleno mientras ellos se aceitan todos esos cuerpos tallados a mano. — Dijo enfatizando la parte de “cuerpos tallados a mano” al tiempo que se tocaba con la mano que no sostenía el micrófono. — ¿Quieren ver hombres? — “sí” se escuchó de respuesta. — No escucho. ¿Quieren ver hombres? — Nuevamente “Sí” pero con más efusividad que antes. — Bueno, no. Con ese animo, querida, no se la paras a nadie. — Dijo mientras miraba a una rubia oxigenada que estaba muy entretenida mandando mensajes con el celular. — A ver... A ver a quién le estás mandando mensajes durante el show. — Dijo mientras se acercaba y le pedía el celular.
— Debe ser al tonto del novio — Acotó la rubia. — “hola, mi amor. Estoy en el bingo con las chicas. Llego tarde hoy” — Dijo imitando voz de niña inocente.
— ¡Pero no! Está aquí en Eros para ver penes de otros. ¿Sabes qué? Te veo cara de necesitada. Te voy a pedir una pizza. — Lety toma el celular, marca un numero y al pasar unos pocos segundos comienza. — Hola, buenas noches. Quería pedir una grande de mozzarella para la mesa tres en Eros. Muchas gracias. — Corta y le devuelve el celular a la muchacha. — No te vas a arrepentir.
Justo en ese momento en efectos de sonido hacen el ruido de una motocicleta, la bocina y luego de un timbre.
— Mmmm — Comenzó en tono sexi Yenny — Pero que eficiencia.
— Les presentamos... — Empezó Lety para que luego continuaran a dúo. — ¡El deliberymen!
Ambos se fueron de escena y todo quedó a oscuras por un momento mientras el sonido era de lluvia hasta que empezó a sonar “i love rock and roll” y un reflector apuntó al telón donde aparecía el stripper.
Estaba vestido con un pantalón de vestir negro y una camisa blanca. Sobre la camisa tenía puesto el chaleco reglamentario para motoqueros, que brilla cuando le da luz y el casco de la motocicleta tapándole el rostro. En la mano derecha tenía la caja de pizza.
Caminando al ritmo de la canción preguntó con señas a quién le correspondía la entrega y obviamente en todas las mesas se desesperaron por hacerles creer que eran ellas, por lo que él no le creía a ninguna y se dirigió a la única mesa en la cual no lo llamaban. A la nuestra.
Yo tenía ganas de meterme debajo de la mesa, pedía al cielo que me tragara la tierra pero eso no era nada comparado con lo que estaba a punto de suceder.
Él dejó la caja de pizza en nuestra mesa, me tomó de la mano y por más que le supliqué que no lo hiciera, me obligó a subir a la tarima con él. Gracias eso comprendía por qué Megan y Thara insistían con el ahí, aquí, allí, porque en el lugar donde yo estaba era más probable que me hagan subir al escenario. Una vez que estaba en el baile, no me quedaba otra que bailar aunque no fuera la música que yo prefiriera.
Me hizo sacarle el chaleco, abrir los botones de la camisa. Tenía el abdomen perfectamente marcado de tez blanca pero algo bronceado. Me tomó la mano y la puso sobre sus pectorales, acción que generó que la mayoría del público me gritara groserías. De a poco iba bajando nuestras manos hasta que se encontraron con el comienzo del pantalón y allí pararon. Luego me hizo señas para que le quitara el casco, excusándose de que toda la situación lo tenía acalorado. Se lo quité lentamente y sin mirarlo una vez que lo había echo, lo dejé en el suelo. Mi mirada continuaba baja por lo que él me tomó del mentón y me subió el rostro hasta que me encontrase con el de él, me beso tiernamente antes de que yo reaccionara a lo que estaba sucediendo y me hizo una seña para que volviera a mi lugar.
Pero yo no podía hacer eso. No después de ver quién era. Sentía que me debía mil explicaciones y a la vez no merecía ninguna. No podía creer que de todos los sitios en donde lo podía haber encontrado él este en un bar de strippers.